Reflexionando sobre la violencia digital de género

El espacio digital, lejos de ser un espacio de libertad, se ha transformado en un arma para oprimir y controlar a las mujeres. La violencia digital, que se manifiesta de múltiples formas, desde el acoso en línea hasta la creación de deepfakes, ha normalizado la agresión y humillación hacia las mujeres en el ámbito digital. Los algoritmos y plataformas, diseñados para maximizar el lucro, han facilitado la difusión de contenidos misóginos, creando un entorno hostil y peligroso para las mujeres. Es urgente reconstruir este sistema y preservar un espacio digital seguro y equitativo para todas.

El espacio digital se ha consolidado como un entorno vital para la comunicación y el acceso a derechos fundamentales. A través de la tecnología, las personas han encontrado nuevas formas de expresarse, permitiendo una mayor participación en la vida pública y en el ejercicio de sus derechos humanos. Sin embargo, en este ecosistema digital que parece ofrecernos infinitas oportunidades, también se manifiestan formas alarmantes de discriminación y violencia sistémica, que afectan de manera desproporcionada a las mujeres.

Uno de los fenómenos más preocupantes en este contexto es el uso de deepfakes con fines de violencia digital de género. En numerosos países de América Latina y el Caribe, como Perú, Chile, Brasil, México y Ecuador, se han reportado casos en los que alumnas han sido víctimas de este tipo de agresiones. En estos casos, los perpetradores —compañeros de clase— acceden a fotos de las redes sociales de las víctimas o toman fotografías sin su consentimiento y utilizando herramientas deepfakes fácilmente accesibles en Internet, manipulan estas imágenes, insertando los rostros de las adolescentes en cuerpos desnudos. Los resultados, obtenidos con una simplicidad perturbadora, son luego compartidos en chats escolares o incluso comercializados.

¿Hasta qué punto estamos conscientes de la violencia digital de género que se ejerce a diario en el entorno digital?

Violencia digital de género en la vida cotidiana

La violencia digital de género abarca aquellos comportamientos y acciones dirigidos contra las mujeres que, mediante el uso de tecnologías digitales, buscan intimidar, humillar o agredir. Este tipo de violencia, en la actualidad, vulnera hasta nueve derechos humanos fundamentales de las mujeres, incluyendo el derecho a la privacidad, la seguridad y la libertad de expresión. En esencia, refleja una forma moderna de control patriarcal que se manifiesta en el entorno digital. La violencia digital de género tiene raíces profundas en una cultura que normaliza la violencia contra las mujeres.

A menudo invisibilizada o minimizada, la violencia digital de género se presenta en una amplia gama de formas. La propagación de tecnologías y plataformas ha intensificado este tipo de violencia, ya que los espacios digitales no solo ofrecen anonimato, sino que permiten que el abuso sea cometido desde cualquier lugar y en cualquier momento. Los perpetradores pueden llevar a cabo acciones violentas a través de amenazas, acoso, divulgación de información personal sin consentimiento, la creación y distribución de deepfakes, entre otros métodos.

Las consecuencias para las víctimas son devastadoras, tanto a nivel psicológico como social. Entre los efectos más comunes están la ansiedad, depresión, baja autoestima, y en muchos casos, pensamientos suicidas. La difusión no consentida de contenido íntimo, por ejemplo, puede llevar al aislamiento social, daño a la reputación, y dificultades para conseguir empleo o mantener relaciones personales estables.

Violencia en línea y fuera de línea

La violencia digital de género no está desconectada de la violencia que ocurre fuera del espacio digital. Ambas forman parte de un ciclo continuo de violencia contra las mujeres. Como señala Remedios Zafra, las mitologías de género no desaparecen en Internet, sino que se amplifican, por lo que no es correcto tratar la violencia digital como un fenómeno separado de la violencia en el mundo “real”. De hecho, en muchos casos, los actos de violencia digital pueden desencadenar o estar ligados a episodios de violencia física. Por ejemplo, lo que comienza como acoso en línea puede evolucionar hacia encuentros físicos en los que se cometen actos de violencia, mostrando que la línea entre lo digital y lo físico es a menudo borrosa.

Impacto diferenciado de la violencia digital de género

Aunque este tipo de violencia está dirigida contra todas las mujeres, no todas la experimentan de la misma manera. Grupos de mujeres que enfrentan discriminación múltiple, como mujeres indígenas, migrantes, con discapacidad, o mujeres LGBTQ+, son más vulnerables a la violencia digital debido a la intersección de sus identidades, que las coloca en una posición de mayor vulnerabilidad dentro del entorno digital.

La falta de representación en espacios digitales y el acceso desigual a tecnologías de protección exponen aún más a estas comunidades a los peligros del entorno digital. Al estar sujetas a múltiples formas de discriminación simultáneamente, no solo son más susceptibles a la violencia digital, sino que también carecen de los recursos y apoyo adecuados para enfrentarse a ella. Como resultado, estos grupos sufren desde la invisibilización de sus experiencias hasta el acoso y la explotación directa.

Un llamado a la acción colectiva

La violencia digital de género es una realidad que permea nuestras vidas cotidianas, muchas veces oculta tras las pantallas de nuestros dispositivos. No debe verse como un problema individual o privado, sino como un fenómeno social que refleja las dinámicas de poder y discriminación presentes en la sociedad, lo que exige acciones colectivas. No basta con ser conscientes de esta realidad; es fundamental actuar. Actuar es esencial, exigiendo no solo políticas públicas más efectivas, sino también tecnologías concebidas desde una perspectiva de género. Si el diseño no incorpora esta visión, continuará alimentando la violencia cotidiana que afecta a las mujeres.

XCC

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