Desmontando los mitos sobre la violencia digital de género

En un mundo digital en constante evolución, los mitos sobre la violencia de género en línea a menudo minimizan su impacto real y desvían la atención de la necesidad urgente de un cambio. Desde la trivialización de agresiones hasta la culpabilización de las víctimas, este blog examina las falsas creencias que perpetúan la violencia digital y propone un enfoque reflexivo y colectivo para construir un entorno digital equitativo y seguro para todas las personas.

A medida que la tecnología avanza y se vuelve más accesible, emergen nuevos riesgos, entre ellos la violencia digital de género. Este tipo de violencia está profundamente enraizado en el sistema patriarcal, que perpetúa desigualdades y sesgos basados en estereotipos de género. Lejos de ser un fenómeno aislado, la violencia digital de género es una manifestación extrema de la desigualdad entre mujeres y hombres, afectando desproporcionadamente a las mujeres y violando sus derechos humanos. Esta forma de violencia incluye agresiones diversas, desde el ciberacoso hasta la distribución no consensuada de imágenes íntimas, todas con un impacto devastador en las víctimas.

Numerosos estudios demuestran que las mujeres son las principales víctimas de la violencia digital. Desde una edad temprana, niñas y jóvenes enfrentan ciberacoso, destacando la urgencia de abordar este problema de manera integral. A pesar de su gravedad, persisten mitos que minimizan su impacto y silencian a las víctimas. En América Latina y el Caribe, medios de comunicación, plataformas digitales y autoridades frecuentemente restan importancia a la violencia, culpabilizando a las mujeres por el ciberacoso que sufren y exonerando a los perpetradores. Se trivializa el ciberacoso como “bromas” y se sugiere a las mujeres que se alejen de Internet, ignorando el verdadero impacto en sus vidas y derechos.

Desmontar estos mitos es esencial para desafiar las narrativas que perpetúan la violencia y construir un entorno digital más justo y equitativo. Solo así podremos avanzar hacia un cambio real y duradero.

Mito 1: “La violencia digital no es tan grave como la violencia física”

Los efectos de la violencia digital de género son profundamente dañinos. El ciberacoso, la sextorsión, la difamación y el deepfake pueden causar graves impactos psicológicos, emocionales y sociales. El deepfake, en particular, usa inteligencia artificial para crear contenido falso que parece real, afectando severamente la reputación y el bienestar de las víctimas. Aunque estas imágenes no son auténticas, su impacto en la vida real es inmenso, perpetuando una cultura de control y miedo que trasciende el entorno virtual. Este tipo de violencia digital, aunque no deja marcas físicas, puede ser tan devastador como cualquier violencia física. Es esencial reconocer y abordar estos ataques para prevenir daños irreparables.

Mito 2: “Solo las personas jóvenes son víctimas de violencia digital de género”

Asumir que la violencia digital de género afecta únicamente a personas jóvenes es un mito que ignora a mujeres de todas las edades. Aunque las generaciones más jóvenes pueden estar más expuestas debido a su uso intensivo de tecnología, mujeres adultas y mayores también enfrentan ciberacoso, robo de identidad y distribución no consensuada de imágenes íntimas. Este mito perpetúa estereotipos de género y desatiende las diversas realidades de las mujeres, especialmente aquellas menos familiarizadas con la tecnología. Reconocer que la violencia digital afecta a todas las edades es esencial para diseñar soluciones inclusivas y equitativas que aborden las necesidades de todas las personas afectadas.

Mito 3: “Si ocurre en el mundo digital, es fácil de evitar o ignorar”

La idea de que se puede simplemente “apagar” o ignorar la violencia digital minimiza su gravedad. En un entorno donde las plataformas digitales son parte integral de la vida diaria, desconectarse no es una solución realista. La violencia digital, como el ciberacoso y el deepfake, sigue a las víctimas en múltiples aspectos de su vida, desde el trabajo hasta las relaciones personales. Ignorar el abuso no detiene su impacto, puede escalar y afectar la salud mental y el bienestar general. Comprender que la violencia digital no se puede evitar fácilmente subraya la necesidad de acciones concretas por parte de plataformas, sociedad y autoridades para abordar este problema de manera efectiva.

Mito 4: “Las mujeres que sufren violencia digital de género son responsables por no protegerse lo suficiente”

Este mito culpabiliza a las víctimas al sugerir que son responsables de no protegerse adecuadamente. Este enfoque desplaza la culpa del perpetrador hacia la víctima, perpetuando una cultura de impunidad. La violencia digital de género es un problema sistémico, exacerbado por desigualdades de poder y sesgos de género en la tecnología y las normas sociales. Culpar a las mujeres ignora la falta de mecanismos efectivos en las plataformas digitales para prevenir y abordar la violencia. En lugar de exigir más protección a las víctimas, la responsabilidad debe recaer en crear entornos digitales seguros y efectivos para todas las personas, abordando la raíz del problema.

Mito 5: “La violencia digital de género es un problema nuevo y pasajero”

Este mito minimiza la gravedad de la violencia digital al considerarla una moda pasajera. Sin embargo, la violencia de género, en sus diversas formas, tiene raíces profundas que se manifiestan en el entorno digital. La violencia digital es una extensión contemporánea de las desigualdades de género preexistentes, como se ve en el ciberacoso y el deepfake. Ignorar esta conexión y tratar la violencia digital como una tendencia pasajera es peligroso y perpetúa patrones de desigualdad. Es fundamental reconocer que esta violencia requiere una respuesta sostenida y comprometida para abordar las estructuras de opresión subyacentes y garantizar un cambio real y duradero.

El poder de cuestionar y cambiar la narrativa

Desmontar los mitos sobre la violencia digital de género es crucial para construir un entorno digital más justo e inclusivo. Cuestionar estas creencias erróneas no solo desafía las narrativas que perpetúan la violencia, sino que también abre la puerta a nuevas formas de acción. Cambiar nuestra perspectiva es fundamental para reconocer la gravedad del problema y fomentar una respuesta colectiva. Debemos comenzar con una reflexión personal: ¿Qué mitos hemos internalizado? ¿Cómo podemos contribuir a desmantelarlos en nuestras comunidades? Al llevar esta reflexión a la vida cotidiana y cuestionar las narrativas dominantes, podemos construir un espacio digital más seguro y digno para todas las personas.

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